Por primera vez en la Historia, la identidad de los seres humanos no está construida por una única entidad, individual o colectiva, sino por una abstracción, una red en la que no es posible hallar un claro centro organizador. La idea de que el sujeto arma su propia identidad y más o menos la controla no es más que una mentira consoladora. Ahora mismo, a lo largo y ancho del planeta Tierra, y ya sea directamente con nuestros nombres y apellidos o a través de datos y metadatos de segunda mano, hay decenas, centenas, millares de informaciones en las que aparecemos cada uno de nosotros. Partiendo de la idea fundamental de escenario y quinta pared, pasando por la geolocalización, los drones o las ciudades vacías, Agustín Fernández Mallo sostiene que la identidad individual es la suma e interacción mutua de todas esas informaciones que no sólo no controlamos sino de las que ni tan siquiera tenemos ni jamás tendremos conocimiento; son para cada cual una mirada externa e imposible.