La adición de los cuentos eróticos de Marosa di Giorgio a nuestro gabinete de las maravillas ha tenido multitud de ecos, despertando (o renovando) pasiones entre los feligreses a su Misa de amor y creando nuevas alianzas.
En un texto indispensable para comprender el calado de Misa de amor, la escritora y editora Emilia Conejo describe con precisión el universo de di Giorgio.
El texto completo, titulado El deseo como acentuada percepción del mundo, ha sido publicado por la revista digital Fronterad y puede leerse íntegro en su página web.
Desde aquí, dejamos entrever el inicio, como una primera pista que podría dar comienzo a la búsqueda del tesoro:
“Se oía en lo hondo de los bosques, gritos de mujeres que tenían pasiones con los bichos”.
“Caían perlitas, diamantes, pulseras y anillos, desde lo alto, desde esa nube, desde esa liebre, todo chispeante”.
“Cuando llegamos a Amelia, nos sorprendió el ver que gente y animales se parecían. Todo era muy ambiguo”.
“Yo estaba entre la casa y el duraznero, cuando, como una sombra, apareció Dios.
Era de noche y volaban nubes claras. En el comedor decían que yo tenía nueve años, escrutando mi porvenir. Y yo estaba fuera con el duraznero y Dios”.
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El erotismo es la arquitectura construida alrededor del deseo, un deseo que denota una relación amorosa, carnal y fulgurante con el mundo, un sustantivo que nos recuerda que somos seres no solo vivientes, sino también y especialmente anhelantes e incompletos, y siempre atentos al juego de la vida.
(…)
En Marosa di Giorgio (Salto, Uruguay, 1932-Montevideo, 2004), el deseo confiere una intensidad extraordinaria a la percepción del mundo, una carnalización de la experiencia espiritual, intelectual y estética. Pero, amén de la sexualidad del deseo que se disuelve en la realización, es el erotismo sagrado de la mística el que aparece una y otra vez en sus relatos, y hacia el que va evolucionando en ellos hasta llegar al paroxismo de Rosa mística, con la conversión de la voz poética en el mismo Dios.